Venezuela, entre el asedio estadounidense y el martirismo de Maduro.

La nueva política hemisférica de Donald Trump y del imperio estadounidense no es el reflejo del Gran poderío yankee sino de la crisis agonizante del imperialismo que se decía hegemónico y triunfante del siglo pasado que hoy se aferra con uñas y dientes a mantener su dominio y saciar su hambre con una escalada cada vez más violenta. 

La región conocida como Latinoamérica es un territorio en disputa por los bloques imperialistas de ambos hemisferios. Aunque tradicionalmente Estados Unidos ha tenido el dominio de la región, el avance de los intereses chinos ha sido determinante. 

El régimen de Nicolás Maduro, heredero del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, ha sido importante colaborador del imperialismo chino y brasileño, ha procurado impulsar una agenda en bloque con otros países de la región como Bolivia y Colombia. 

En Venezuela no existe ni existió nunca un régimen socialista, las nacionalizaciones y estatizaciones de empresas pertenecientes a sus enemigos políticos que realizó el gobierno de Hugo Chávez hoy están en las manos de nuevos empresarios emanados del gobierno y también de otros que se alinearon y adaptaron al cambio. Pese a algunas mejoras sociales elementales, como los planes de alfabetización, las salas de atención primaria de la salud y subsidios a pequeños productores agrarios para el consumo interno, la matriz económica de Venezuela sigue basada en el extractivismo, especialmente de combustibles fósiles. Esos cambios de mano que realizó Hugo Chávez no modificaron la estructura industrial ni energética que permitiera algún desarrollo y consecuente inserción laboral de la población, sino más de tres millones de emigrados y la mayoría de los habitantes al borde de la subsistencia.

Estados Unidos es muy consciente del peligro que implica el avance de los Brics en la región y aunque no ha roto relaciones económicas con Venezuela, pues es un importante consumidor de su petróleo, tiene como objetivo garantizar su influencia y control del cono Sur. 

Es por ello que recientemente Donald Trump despachó una enorme flota militar bajo el pretexto de un desconocido cartel de Los Soles. Acción que se concretó mediante el ataque de buques navales de largo alcance contra pequeñas embarcaciones cercanas a las costas venezolanas que afirmaban llevaban cargamentos de droga. Todo esto ocurrido en el contexto de las amenazas de intervención a otros países como México también usando como pretexto la problemática del narcotráfico. 

No es casualidad que se omita la responsabilidad de Estados Unidos en el tráfico internacional de drogas, armas y otros productos que conllevan a daños a la salud o son responsables de millones de asesinatos alrededor del mundo. La realidad es que si Estados Unidos verdaderamente atacar el problema de las drogas, los carteles no serían sus principales compradores de armas, confiscarían todo el dinero ilícito que se encuentra en sus bancos, tendrían más una política de colaboración educativa y sanitaria en lugar de una política migratoria xenófoba, y dejarían de patrocinar y solapar a los carteles y a sus capos que terminan alineándose y colaborando con los intereses estadounidenses, desde ‘los contras’ hasta el Chapo. 

Así personajes como Edmundo González, María Corina Machado y Juan Guaidó han sido los instrumentos de Estados Unidos para buscar derribar al chavismo. Por su parte el gobierno y su partido oficialista, el partido socialista unificado de Venezuela, Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), han monopolizado el poder a través de una dictadura, amparados en la demagogia del llamado socialismo del siglo XXI. Este aparato se ha dedicado a polarizar las opciones políticas la vieja oligarquía burguesa pro yanqui, por un lado y los ¨progresistas¨ pro chinos, rusos y brasileños por otro, de tal manera que las posiciones realmente revolucionarias se han enfrentado a la persecución y represión política permanente. 

Desde Izquierda Internacional nos posicionamos en contra del intervencionismo imperialista estadounidense y sus robos. La única salida para que Venezuela no se convierta en una Siria, Libia o Afganistán es detener el avance yanqui en la región, con o sin invasión en Venezuela o en cualquier otra nación americana. Ante ese extremo, desde Izquierda Internacional llamamos a defender al pueblo venezolano de los yanquis, bloqueando en cada país a sus empresas y de ser posible tomándolas y expropiándolas, presionando a los gobiernos colaboracionistas y de ser posible poner en pie brigadas de combatientes voluntarios.

Debemos ser claros, una defensa exitosa de Venezuela requiere derribar a la camarilla que gobierna mediante una dictadura, poniendo en pie un gobierno de la resistencia popular contra los yanquis, expropiando a los burgueses que no pongan sus empresas al servicio de la resistencia sobre todo los oligarcas amigos de Machado, López, Guaidó y todos los vendepatrias proyanquis.

El primer paso en pos de esos objetivos es la construcción de una alternativa independiente y verdaderamente revolucionaria de la clase trabajadora y los sectores populares que impulse la revolución socialista antiextincionista en Venezuela y en todo el Cono Sur, pasando también por encima de los gobiernos supuestamente progresistas al servicio de los capitalistas de uno u otro bloque imperialista. 

¡Abajo todos los imperialismos!

¡Por la defensa antiimperialista y antibélica de los pueblos oprimidos y explotados del mundo! ¡solidaridad internacionalista!

¡Por un gobierno obrero campesino y popular!

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