El mito de la #EnergíaNuclear.
La decisión de comenzar a volcar aguas contaminadas con deuterio, de acuerdo a lo difundido por Japón y la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), no configura un cambio cualitativo ni en la política capitalista respecto del ambiente, ni en las consecuencias que generará, toda vez que el vertido de desechos nucleares ha sido la regla desde 1945 hasta hoy para todas las potencias imperialistas y aun para muchas semicolonias a través del globo.
En realidad lo nuevo tiene que ver solo con la forma de comunicarlo, ya que esta es la primera vez que se reconoce explícitamente esta práctica, por lo demás habitual y extendida.
Desde el proyecto Manhattan y restringiendo el tipo de deposición de tóxicos solo a los de origen nuclear, los continentes, mares e incluso el espacio se han convertido en depósitos de desechos atómicos que para su degradación necesitan como mínimo cientos de miles de años.
El combustible utilizado en naves de guerra, en centrales nucleares generadoras de electricidad, en centrales de investigación científica y en el instrumental aplicado a la salud es enorme y creciente; recién en el siglo XXI, algunas naciones comenzaron a estibar parcialmente esos desechos en depósitos, con la finalidad de defenderse de las correctas acusaciones respecto de su destino.
Breve repaso histórico.
El Organismo internacional de Energía Atómica (OIEA), que pertenece a la ONU es el encargado de medir los accidentes nucleares y llevar un registro de todos los que ocurrieron en el planeta.
Para su medición usa la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES). La gravedad de estos accidentes se mide en siete niveles. El nivel siete define a los accidentes más graves. Entre muchas variables que ese organismo evalúa están las consecuencias en las personas y el medio ambiente, sus efectos en las barreras radiológicas y las fallas en los sistemas de control.
Claramente estas variables dejan un enorme espacio para la discrecionalidad de las autoridades, que de manera deliberada han devaluado la importancia de los sucesos acecidos en USA y magnificado otros. Otro factor omnipresente ha sido la censura de los hechos por décadas.
Chalk River, Ontario, Canadá. 1952.
Una violenta explosión en diciembre de 1952 destruyó el núcleo del reactor y esto provocó la fusión del combustible nuclear disponible en Chalk River Laboratories, una instalación situada en Ontario, Canadá.
A consecuencia de ello, miles de partículas radiactivas fueron expulsadas a la atmósfera, y un millón de litros de agua fueron contaminados y evacuados muy cerca del río Ottawa. Oficialmente no se lamentaron víctimas mortales ni heridos. Los vertidos fueron a dar al Mar del Norte y jamás se publicaron estudios clínicos del personal, sus familias ni de la población cercana a las instalaciones.
Chelliabnsk-40, Rusia. 1957; magnitud 6 (Escala INES).
En la ciudad de Kyshtym en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) existía una planta de reprocesamiento de energía nuclear conocida por el nombre de Mayak, donde en septiembre de 1957 se produjo un grave accidente, cuando un fallo en el sistema de refrigeración de un tanque de almacenamiento que contenía desechos radioactivos en la planta de producción de plutonio se detiene, provocando una explosión liberando material radiactivo al ambiente.
Tuvo un alcance de hasta 600 kilómetros cuadrados y más de 250.000 personas ubicadas en más de 30 aldeas fueron afectados por la nube radioactiva, que causó al menos 200 muertos y contaminó 90 kilómetros cuadrados con estroncio. Por su magnitud, el accidente fue clasificado de nivel 6 en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares. Por otra parte, el lago Karachai, ubicado a pocos kilómetros de Mayak, al sur de los montes Urales fue utilizado como depósito de los desechos. Esa zona registró niveles de radiación extremos con alto peligro para la vida humana.
Windscale, Reino Unido. 1957; magnitud 5 (Escala INES).
En octubre de 1957, en Windscale, Piles, Reino Unido, se produjo una liberación de material radiactivo al ambiente tras un incendio en el núcleo de un reactor. El incendio envolvió al primer reactor británico en Windscale, en el noroeste de Inglaterra, creando una fuga de material radioactivo que incluía cesio, yodo, plutonio y polonio. Esta fuga llegó a todo el país y al norte de Europa. Se calcula que cerca de 250 personas murieron de cáncer.
Además, el plutonio afectó un área de 500 kilómetros cuadrados y contaminó 5,6 millones de litros de leche en los tambos de Liverpool. Tras 27 años del accidente, más de 200 casos de cáncer en la glándula tiroidea, sobre todo en niños, fueron registrados a causa de la catástrofe.
India Point, Nueva York, Estados Unidos. 1963
Indian Point Energy Center (IPEC) es una planta de energía nuclear de tres unidades situada en Buchanan (Nueva York)). Se encuentra en la orilla este del río Hudson a 56 km al norte de la ciudad de Nueva York.
La planta se construyó originalmente con un reactor que operó desde 1962 hasta 1974. Actualmente opera con otros dos reactores de agua presurizada de Westinghouse, puestos en funcionamiento en 1974 y 1976. La propiedad y gestión de la planta corresponde a Entergy Nuclear Northeast, una subsidiaria de Entergy Corporation, quien da empleo a 1100 trabajadores.
El accidente que produjo un enorme escape radiactivo se mantuvo por casi una década censurado, jamás se reportaron víctimas directas o indirectas ni informe alguno. Sucedió que la fauna de los ríos cercanos a la central nuclear de India Point se extinguió y varios productos agrícolas se contaminaron a partir de un ocurrido allí, por lo que fueron las evidencias concretas las que terminaron exponiendo el desastre.
Monticello, Minnesota, Estados Unidos. 1971
Más de 190.000 litros de agua radiactiva fueron a parar al río Mississippi, en el estado de Minnesota, EE.UU., cuando se desbordó el depósito de desechos del reactor. Algunas sustancias contaminantes entraron en el sistema de agua de la ciudad Saint Pablo, la segunda más poblada del estado. Nunca se realizó informe público alguno.
Three Mile Island, Middletown, Pensilvania, USA. 1979; magnitud 5.
El 28 de marzo de 1979 amaneció con un accidente nuclear en la planta situada en una isla sobre el río Susquehanna cerca de Harrisburg. Un fallo en un circuito del sistema de refrigeración provocó graves daños en el núcleo del reactor TMI-2 que sufrió una fusión parcial del núcleo, lanzando radioactividad a la atmósfera y el escape prolongado de agua radiactiva, por lo que de inmediato se procedió a la evacuación del lugar y sus alrededores.
La fuga de vapor radiactivo generó una nube que cubrió 30 km2. Se evacuó a 106 personas. Oficialmente se fugaron 10 millones de curios pero, según un informe independiente realizado por Steven Wing, la fuga fue diez veces mayor. Las acciones de emergencia que se pusieron en práctica consistieron en la evacuación de las mujeres embarazadas y de los niños en un radio de 8 millas en torno a la central dos días después del accidente.
No se reportaron muertos ni heridos entre los trabajadores de la central, ni en las localidades cercanas, aunque unas 250.000 personas residían a menos de ocho kilómetros de la central. Con el tiempo nacieron criaturas con severas malformaciones genéticas (congénitas). Se han detectado cánceres y enfermedades psicológicas debidas al estrés sufrido por la población, los casos de cáncer de pulmón son de cuatro a seis veces más frecuentes en las zonas que recibieron mayor dosis (situadas a favor de viento) que en las que estaban contra el viento. Además, hubo de dos a diez veces más casos de leucemia en adultos en zonas a favor del viento.
Erwin, Tennessee, Estados Unidos. 1979; magnitud 5.
Un escape de uranio altamente enriquecido contaminó a 1.000 personas con casi cinco veces la radiación que recibían en un año de la planta de Erwin, el estado de Tennessee, EE.UU. Como en otros casos no hubo reportes.
Tsuruga, Fukui, Japón. 1981
Cerca de 45 trabajadores quedaron expuestos a la fuga de agua radiactiva acontecida durante las maniobras de reparación de la planta Tsuruga, en Japón. La filtración también contaminó el lecho marino de una bahía pesquera cercana. Las autoridades nacionales y la OIEA jamás divulgaron información sobre damnificados u otras consecuencias.
Constituyentes, Argentina. 1983; magnitud 4.
El accidente nuclear del reactor RA-2 acontecido 23 de septiembre de 1983, fue atribuido por las autoridades a una grave falla humana en la operación, que desencadenó una excursión de potencia en el reactor de investigación denominado RA-2, el cual se encontraba emplazado en el Centro Atómico Constituyentes, una dependencia de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) ubicada en el partido de General San Martín, al 1400 de la Avenida General Paz, límite entre dicha jurisdicción y Buenos Aires.
Tuvo consecuencias letales para Osvaldo Rogulich, el técnico a cargo de los ensayos. Además, otras 17 personas sufrieron diferentes niveles de radiación, los que fueron monitoreados y según las autoridades no sufrieron consecuencias. La censura fue total, incluso por parte del gobierno de Alfonsín. Recién el 23 de septiembre de 1985, la junta interna de delegados de ATE y la CNEA emitió un comunicado, lo que permitió que la población se entere del siniestro.
Gore, Oklahoma, Estados Unidos. 1986.
El 4 de enero de 1986, estallo un cilindro de transporte de hexafluoruro de uranio de 14 toneladas excesivamente cargado, tras ser recalentado en la planta Kerr McGee. La ruptura liberó 30.000 libras de UF6, que se convirtió en gas de fluoruro de hidrógeno altamente corrosivo y fluoruro de uranilo ligeramente radiactivo que se esparcieron en una columna de niebla en varios kilómetros a favor del viento. Un trabajador murió, 30 resultaron heridos y más de 70 vecinos y transeúntes fueron tratados en hospitales del área.
La Comisión Reguladora Nuclear (NRC) y funcionarios de la compañía Sequoyah Fuels Corp. dijeron que la mayoría de los componentes radiactivos de la columna se asentaron antes de que la nube abandonara los terrenos de la planta. Informes posteriores de la NRC revelaron pruebas de contaminación con uranio fuera del sitio. Culpó a los trabajadores de recalentar el cilindro sobrellenado en un esfuerzo por eliminar 2.000 libras de exceso de UF6.
A comienzos de los años 70 Karen Gay Silkwood trabajadora en otra planta de Kerr-McGee y afiliada al sindicato Atomic Workers Union, investigo, descubrió y denunció numerosas violaciones de las normas de seguridad y protección de la salud de los trabajadores. En el verano de 1974 falleció en un ¨accidente¨ de tránsito al quedarse ¨dormida¨ y desaparecieron los documentos que debía entregar a la Comisión de Energía Atómica de USA
Chernóbil, Ucrania. 1986; magnitud 7.
Durante una simulación de un corte eléctrico se produjo el aumento súbito de potencia en el reactor cuatro, esto produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor y la posterior explosión del hidrógeno acumulado en el interior, provocando la liberación externa de una fracción significativa del núcleo del reactor y nubes de material radioactivo se desperdigaron por toda Europa.
La atmósfera recibió 200 toneladas de material con una radiactividad equivalente entre 100 y 500 bombas similares a la de Hiroshima. Fallecieron al menos 31 personas, 135.000 fueron evacuadas y 18.000 hospitalizadas. La población sufrió enfermedades cancerígenas y malformaciones, mientras la flora y la fauna de Bielorrusia, desde Kiev hasta Gornel fue contaminada. Según la Agencia Internacional de la Energía Atómica en años siguientes los muertos llegaron a 4.000, mientras otros 600.000 se habrían visto afectadas por la radiación.
Goiania, Brasil. 1987; magnitud 5.
El accidente de Goiânia fue un incidente de contaminación radiactiva en el centro de Brasil que ocasionó la muerte a 5 personas e hirió a otras 249 a causa del envenenamiento por radiación. La revista Time identificó este accidente nuclear como uno de los peores de la historia. El 13 de septiembre de 1987, una fuente radiactiva médica en desuso fue robada de un hospital abandonado de Goiânia, capital del estado de Goiás.
Vandellós, España. 1989.
Importantes difusiones en diversos sistemas necesarios para la refrigeración del reactor sucedieron en la planta de Vandellós, Tarragona, España, tras un incendio producido por un fallo mecánico.
El accidente no provocó emisión radiactiva hacia el exterior ni la pérdida de vidas humanas según las autoridades, aunque jamás publicaron informe alguno al respecto, sin embargo, las medidas exigidas por el organismo regulador para corregir las irregularidades detectadas provocaron el colapso de la empresa.
Tomsk, Siberia, Rusia. 1993.
La explosión de un contenedor lleno de una disolución de uranio en la planta secreta de Tomsk-7, dedicada al reprocesamiento de combustible nuclear destrozó el techo de la instalación y creó una nube de humo que contaminó unos 1000 kilómetros cuadrados. Conocida por su pasado como gran productora de plutonio —la central comenzó su actividad en 1949.
Muy cerca, la civilización. Unas 120.000 personas recibieron la orden de no salir de sus casas hasta analizar el alcance del siniestro. Las investigaciones no tardaron en descifrar el origen de la explosión y del posterior incendio: un error humano al añadir ácido a un tanque de uranio durante el proceso de separación de plutonio provocó el estallido. Las deficiencias en seguridad de la planta hicieron el resto.
Tokaimura, Ibaraki, Japón. 1999, magnitud 4.
A las 10:00 del 11 de marzo de 1997 en la planta de procesamiento de desperdicios de baja radiactividad de la corporación Dōnen (Corporación de Desarrollo Nuclear) se declaró un incendio. La reacción de los operarios llegó a los cuatro minutos cuando arrojaron un metro cúbico de agua sobre el fuego, extinguiéndolo. Parecía que el peligro había pasado y la situación estaba controlada a las 18.04, cuando una explosión que destrozó algunos muros y ventanas del edificio. 37 trabajadores de los 112 presentes fueron expuestos a niveles de radiación superiores a los normales (60 millones de becquerel) sin llegar a ser peligrosos según las autoridades.
Sólo dos años después, el 30 de septiembre de 1999 se produjo otro siniestro en una planta de reciclaje de combustible nuclear de la empresa JCO todavía más grave. A las 12:00 saltaron las alarmas y se desalojaron las casas más cercanas y estableció un perímetro de seguridad de 350 m. A las 23:00 las autoridades decidieron establecer un perímetro de 10 km y recomendar a las 310.000 personas que vivían dentro de él que no saliesen de sus casas.
La empresa reconoció que la causa había sido una sobrecarga de uranio: habían aplicado 16 kg del elemento cuando el máximo era 2,3. Pero este error no hubiera podido cometerse si se hubiera aplicado la medida de prevención de riesgos laborales obligatoria de no usar recipientes que pudiesen contener una medida mayor a la masa crítica. Claramente la negligencia empresarial causó la fuga de uranio que le costó la vida a dos personas, otras 49 sufrieron daños graves y 438 resultaron afectados de alguna forma.
Mihama, Japón. 2004.
El siniestro sucedió a las 15:28 del 9 de agosto 2004 cuando el funcionamiento de uno de los tres reactores de la central, el número 3, así como de una turbina, se interrumpió automáticamente a causa de una rotura en una canalización, aparentemente como consecuencia de una importante corrosión, provocando que vapor no radiactivo escapara en la sala de turbinas, matando por quemaduras a cinco empleados e hiriendo al resto de las personas que se encontraban allí. La temperatura del vapor alcanzó los 200 grados. La central de Mihama, a 350 km al oeste de Tokio, tiene reactores de agua presurizada de 826 000 kW de capacidad cada uno.
La falla se debió al desgaste interno de las paredes de las cañerías, que habían perdido el 85% de su espesor, y que no se revisaban desde 1976.
Ascó, Tarragona, España. 2007.
Desde noviembre de 2007 hasta enero de 2008 se liberaron 50 litros de líquido radiactivo en forma de partículas. La población sólo fue informada de ello varios meses después, gracias a una denuncia de Greenpeace del 5 de abril, tras ser alertada al respecto por algunos trabajadores.
El suceso era conocido por la central y también por el Consejo de Seguridad Nuclear, responsable de la protección radiológica. Ambos ocultaron los hechos hasta que la denuncia pública les obligó a reconocer su existencia. De hecho, el CSN minimizó la importancia con un análisis simplista y falto de rigor, para finalmente reconocer que la central ocultó información y aportó datos falsos sobre la cantidad de radiactividad liberada (que aún no se conoce con exactitud) y que realizó un control inadecuado del material radiactivo.
La Asociación Nuclear Ascó-Vandellós (ANAV) que gestiona las centrales de Ascó-1, Ascó-2 y Vandellós-2 ya fue sancionada en 2006 por otro grave suceso ocurrido en 2004 en esta última central, el cual fue finalmente calificado por el CSN como “el más grave después del accidente de Vandellós-1” (ocurrido en 1989), ya que afectaba al sistema de refrigeración del núcleo del reactor. ANAV también ocultó este suceso durante meses. El CSN reconoció, en una investigación en el Congreso de los Diputados, que ANAV priorizó sus intereses económicos a la seguridad y mantuvo Vandellós-2 funcionando en condiciones de “seguridad degradada”.
La Fiscalía de Tarragona ha solicitado 16 años de cárcel para quienes en 2007 ocupaban los cargos de Director de la central nuclear, Jefe de Servicio de Protección Radiológica, Jefe de Explotación de la misma y del Inspector Residente del CSN en esta central. Nunca se publicó un informe sobre las consecuencias a mediano plazo sobre la salud de la población afectada. El escape al ambiente de material altamente radiactivo provocado por la central nuclear de Ascó-1 (propiedad de Endesa e Iberdrola) no es sólo una nueva demostración de la política obscurantista y secretista de la industria nuclear y de las autoridades políticas estatales de control, sino que también es una prueba más de la inaceptable peligrosidad de la energía atómica en manos de los capitalistas.
Tricastin, Francia. 2008.
El 23 de julio 2008 la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) confirmaba: “Esta mañana, durante las operaciones de descarga de combustible previstas en el marco de la parada de la unidad de producción número 2, se detectó una posición anormal del ensamblaje impidiendo la continuación de la maniobra” de cambio de combustible en una cuba, incidente que EDF propuso clasificar como de nivel 1 por no tener consecuencias ni para el medio ambiente ni para la población. Unos cien empleados fueron contaminados.
La central de Tricastin ha sido escenario de numerosos incidentes desde principios del verano de ese año. El más serio se produjo el 7 de julio, cuando se vertieron 74 kilos de uranio de la fábrica de Socatri, filial de tratamiento de desechos de Areva. El 23 de julio, unas cien personas se contaminaron y seis días más tarde saltó una alarma de manera injustificada provocando la evacuación de más de cien empleados. El 6 de agosto, la ASN reveló, entre otras cosas, que en la fábrica de Socatri se eliminaba un nivel de carbono 14 veces superior al límite autorizado.
Fukushima, Japón. 2011, magnitud 7.
En 2011, el accidente nuclear ocurrido en Fukushima, fue junto a Chernóbil, los únicos en haber alcanzado el nivel 7, máximo en la escala OIEA. A las 2:46 PM del 11 de marzo de 2011, un fuerte terremoto de magnitud 9,1, a 372 km al noroeste de Tokio, generó un tsunami. Las olas, que pasaron los 9 metros, provocaron que los tres reactores activos de la planta se apagaran automáticamente, inundando los motores diésel de agua salada.
A consecuencia de esto ocurrieron varias explosiones en los reactores, fallaron los sistemas de refrigeración y la triple fusión del núcleo liberó gran cantidad de radiación al exterior registrándose niveles de 1.000 microsieverts. Dos días después ya se habían evacuado 185.000 habitantes en un radio de 20 kilómetros. Varios estallidos en distintos reactores seguirían en los días siguientes. Recién tres meses después, Japón anunció que los reactores 1, 2, y 3 de la central habían colapsado. Gran cantidad de agua contaminada fue liberada en el océano Pacífico durante y después del desastre.
Las investigaciones posteriores detectaron que los funcionarios que manejaban la central no habían tenido las medidas de celo y seguridad adecuadas para una planta de esa envergadura. El estado y la empresa suelen decir que el colapso de los reactores no provoco muertes, sino el propio tsunami que lo antecedió. La misma Organización Mundial de la Salud, hasta el momento solo ha registrado una muerte por cáncer vinculada al accidente. Sin embargo, el proceso de reubicación de las personas para mantenerlas protegidas de las emisiones radiactivas causó un aumento de la mortalidad entre los adultos mayores y un incremento de las enfermedades mentales.
El Institute of Labor Economics (IZA) asegura que tras la pérdida del 30 por ciento de la producción eléctrica por el colapso en Fukushima y el aumento de las facturas en los hogares por la importación de combustible fósil, más de 1.200 personas murieron de frío entre 2011 y 2014.
A modo de conclusión.
Volviendo a lo apuntado en la introducción, este es el cambio, ni USA en Three Mail Island, ni la ex URSS en Chernóbil reconocieron jamás sus actos, aunque esos hechos rompían los ojos a quien quería verlos. Actualmente, normalizan cínicamente lo que hasta ayer negaban con vehemencia. Han perdido hasta la vergüenza.
Como hermano mellizo de la mentira opera el secretismo, que es consustancial a la industria nuclear. Industria, que se presenta a sí misma como segura, no puede reconocer la intrínseca peligrosidad en su manejo de la tecnología, cuando la prioridad es superar el declive mundial en el número de encargos de reactores, generar ingresos por actualizaciones y asegurar energía eléctrica para la producción capitalista.
Como en todas las áreas, solo algunos pocos científicos reaccionan como tales, la mayoría calla y un grupo no pequeño con la OIEA a la cabeza, siguen intentando explicar lo inexplicable: que los vertidos tóxicos no causan daño alguno. Existe también un sector de científicos, intelectuales y políticos que se manifiestan ¨neutrales¨, en la medida en que – dicen -, en los últimos 70 años no ha habido más que algunos pocos estudios científicos sobre el tema. Y, en un sentido tienen razón ya que, si ellos no bregan por realizar esos estudios contra la voluntad de los estados capitalistas o sus empresas, no pueden esperar que esos estudios ¨aparezcan¨ y esto es válido para los alimentos, la salud, el ambiente, etc. Jamás los estados y las empresas impulsarán esto, muy por el contrario, trataran de evitarlo a toda costa.
La energía nuclear, además de peligrosa y sucia (no olvidemos el problema no resuelto de los residuos radiactivos, cuya peligrosidad permanece durante cientos de miles de años), ha demostrado no ser competitiva. Por ello, los propietarios de centrales nucleares tratan de maximizar beneficios a costa de reducir los márgenes de seguridad, lo que finalmente redunda en un aumento del riesgo de sufrir un accidente grave. Esto es totalmente insensato, máxime cuando la viabilidad técnica y económica de un sistema de generación eléctrica sostenible, basado al 100% en energías renovables, es un hecho ya comprobado científicamente.
La situación de destrucción ambiental y la creciente comprensión de amplios sectores de masas respecto a esto, así como la absoluta incapacidad actual del capitalismo para mantener su tasa de ganancia sin destruir literalmente el ambiente y las especies, hacen impracticable hoy insistir en disimular supuestos daños colaterales y específicos, toda vez que su ataque es generalizado y permanente.
- Expropiación de toda instalación nuclear en manos privadas.
- Cierre inmediato de todas las centrales eléctricas nucleares.
- Comités de trabajadores, científicos y pobladores para verificar el desmantelamiento y la deposición final de los desechos.
- Fuera los capitalistas del manejo de tecnologías peligrosas.
- Basta de censura. Hay que abrir todos los archivos secretos.
- Por un Movimiento en defensa del ambiente Revolucionario.
¡Abajo el capitalismo depredador, por un mundo socialista!
27/09/2023.
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