Aristocracia obrera y Burocracia sindical

Escrito por Carlos Petroni (León Pérez) y adoptada como Resolución de Izquierda Internacional 

Publicado en la Revista de Izquierda Internacional – Año 2, Número 2, mayo 2012

LA BARRERA ENTRE REVOLUCIÓN Y CONTRAREVOLUCIÓN

¿QUÉ ES LA ARISTOCRACIA OBRERA?
¿QUÉ ES LA BUROCRACIA SINDICAL?
¿PARA QUE EXISTEN?

Los burócratas sindicales, como los burócratas del seudo comunismo, viven en una atmósfera de prejuicios aristocráticos del sector más alto de la clase obrera. Sería trágico si los oposicionistas fueran infectados, aun en el mínimo grado, con esas cualidades. Nosotros no sólo debemos rechazar estos prejuicios, debemos quemarlos de nuestra conciencia hasta el último vestigio. Debemos buscar el camino hacia los menos privilegiados, hacia los sectores más súper explotados dentro del proletariado, comenzando por los negros, a quienes el capitalismo ha convertido en parias, y quienes deben aprender a vernos a nosotros como sus hermanos. Y todo depende enteramente de nuestra energía y devoción a este trabajo.”

León Trotsky, Militant, 1° de mayo de 1929

Para encarar la discusión sobre si un sector de la clase trabajadora (la aristocracia obrera) se beneficia de la plusvalía que se extrae de los países oprimidos y explotados por el imperialismo, creemos necesario partir del origen de la aristocracia obrera. Esto es igualmente necesario para analizar como el proyecto burgués de incorporar a una capa de la clase trabajadora a beneficios, salarios y privilegios – que se practica en todos los países del mundo – es parte de una estrategia de la clase dominante para dividir a los oprimidos y explotados: “dividir para reinar.”

El surgimiento de la aristocracia obrera está ligado a dos necesidades de la burguesía: 1) Garantizar la explotación de recursos centrales de una economía sin la molestia de conflictos sociales; 2) ganarse una base en el movimiento obrero para garantizar su dominación de conjunto, dividiendo y súper explotando a la mayoría de los trabajadores. La creación de la aristocracia obrera es la otra cara de la moneda de la de mantener un ejército de desocupados permanente. La primera le garantiza un segmento leal del proletariado, la otra le sirve de amenaza latente, y de eventual reemplazo, de los trabajadores ocupados, así como para deprimir sus salarios.

Con la aparición del imperialismo, la burguesía buscó asegurarse que el valor agregado de las materias primas de las colonias y semi-colonias se produjera en las Metrópolis y, por otro lado, necesitaba contar con el apoyo de su propia clase trabajadora como una base social para la intervención económica en mercados foráneos y la utilización de la fuerza para garantizarlo (guerras, intervenciones armadas, bloqueos, etc.).

A la exportación de capitales y a la etapa de los monopolios en la era del imperialismo se originó una súper ganancia para los países imperialistas centrales y estas ganancias fueron en gran medida un proceso ininterrumpido, que pudo garantizarse, entre otros factores, gracias a la creación y la existencia de la aristocracia obrera.

Ella garantizaría la producción del valor agregado en las grandes ciudades industriales, proveería la base política para apoyar la intervención en otros países y serviría para que parte de la clase trabajadora sirviese en los ejércitos imperialistas para dominar otras naciones.

En sus principios, la aristocracia obrera surge ante la posibilidad del imperialismo monopolista de mediados del Siglo XIX, de dar a sectores claves de la clase trabajadora, salarios más altos que al resto de los trabajadores, por la centralidad y gran rentabilidad de las ramas de producción en las que trabajaban. A eso contribuía el hecho de que la extracción imperialista de las materias primas en las colonias y semi-colonias a precios ínfimos, servía para subsidiar gran parte de los salarios más elevados y muchas otras concesiones.

Así, la aristocracia obrera se beneficiaba en forma directa de la súper explotación de trabajadores de los países menos desarrollados y dominados por la clase dominante de su propio país.

En aquel momento histórico, el capitalismo en los países más desarrollados poseía extraordinarias ganancias que le permitían, mediante los excedentes obtenidos de sus empresas monopolistas en las colonias y semi-colonias, pagar salarios más altos a sectores de la clase obrera de su propio país, y en aquellos en donde se encontraran sus capitales, a fin de evitar reclamos reivindicativos y políticos y constituir una base social en donde apoyarse para continuar con sus planes de explotación y dominación mundial.

La aristocracia, si bien pertenece a la clase obrera, obtiene privilegios a costa del resto de esta, por la iniciativa de los patrones de generar divisiones internas dentro del proletariado. Ahora, ¿de dónde saca sus ganancias el capitalismo para pagar sueldos más altos a algunos trabajadores que a otros?

La respuesta es de la Plusvalía. La distribución mayor de las ganancias entre un sector reducido de la clase se hace en gran parte por la aplicación de tasas de súper explotación al resto de la clase trabajadora de su propio país y de los trabajadores de los países dependientes.

La aparición de los oligopolios, los carteles y otras formas de diversificación y combinación de la dominación del capital sobre ramas diferentes de la producción facilitó gran parte de la redistribución de renta y ganancias entre las distintas ramas, la interrelación de la producción de estas y el establecimiento de salarios o gastos de producción mayores en unas a costa de otras, o la transferencia de recursos entre las distintas ramas según conviniera a los intereses de la burguesía.

Las operaciones de producción cada vez más integradas en varias ramas a escala internacional (por ejemplo, automóviles que se ensamblan con piezas producidas en 20 o 30 países), ha logrado que la producción funcione en múltiples países con la participación de un proletariado internacional.

Esta complementación se hace incluso entre ramas de producción establecidas en países alejados de las Metrópolis.

Vemos así que la burguesía fue capaz de regular el conjunto de la producción, desde la extracción, la producción, el valor agregado, la comercialización y hasta la distribución a escala global, convirtiéndose entonces y, por lo tanto, en los hacedores de precios de las mercancías y de sus tasas de ganancias internacionalmente.

Había llegado el momento de la dominación global del sistema capitalista imperialista, lo que algunos han dado en llamar Globalización.

Da igual si la pregunta es si se les extrae menos plusvalía a los trabajadores aristocráticos para pagarles sueldos más elevados o si se los explota menos, o bien si se explota más a los de los países subdesarrollados, porque el resultado es siempre el mismo: pueden hacer cualquiera de estas cosas gracias a que compensan sus ganancias por la explotación de los trabajadores de los países subdesarrollados.

A escala internacional el capitalismo puede regular ahora, por razones de conveniencia política y para una mejor dominación ideológica de los trabajadores de su propio país, las tasas de ganancias, de explotación y de plusvalía.

En periodos de ascenso de la economía los cálculos de las ganancias, las tasas de plusvalía y explotación burguesas son globales, tomando el conjunto de las explotaciones de un conglomerado, por lo menos de ramas de la producción mundial enteras, o aún de la economía mundial en su conjunto.

Sólo las grandes crisis internacionales o mundiales interrumpen esta capacidad de la burguesía imperialista de dominación de los mercados, así como de dominación de los centros productivos, la distribución de la renta o la imposición de salarios y precios a mercancías y productos a escala mundial.

Y es precisamente durante estos periodos de crisis que la superproducción, la acumulación de stock, o la merma de las inversiones del capital financiero, debilitan las posibilidades de dominación global de la economía – la cual se deteriora y puede incluso llegar a desmoronarse en un país, o países, poniendo en riesgo el conjunto.

Es en esos momentos de crisis cuando la burguesía arremete contra las ganancias obtenidas por sus competidores, ataca los beneficios y salarios de todos los trabajadores, incluso los de la aristocracia obrera, y recorta en forma brutal los aspectos sociales de los estados que hayan sido concedidos en épocas de abundancia. La idea central es que la clase dominante busca descargar sobre las espaldas de todos los trabajadores los efectos de las crisis desatadas por su propia administración anárquica y voraz del sistema.

Esto es así, porque en definitiva el grado de explotación de los trabajadores, sus salarios, condiciones de trabajo y hasta sus libertades democráticas son la primera variable de ajuste ante la crisis. Cuando la burguesía toma medidas para salvarse, o al menos disminuir el impacto de la crisis sobre su propia clase, ningún trabajador, campesino, sector popular – ni siquiera la aristocracia obrera – se verán librados de los intentos de hacerles pagar por la continuación del bienestar de la clase dominante. Esto se ve muy claro hoy día con los ataques generalizados contra los trabajadores de los países imperialistas de Europa y EE. UU.

La aristocracia se beneficia de la plusvalía que extrae el capitalismo en los países oprimidos y explotados por el imperialismo y de la clase en su propio país, incluyendo sus estamentos más privilegiados. Es necesario hacer notar que NO es igualmente explotado un trabajador de General Motors en EE. UU., que el de una sucursal de Argentina y que este último, con ello, ayuda a pagar parte de los salarios más altos de su contraparte en los EE. UU.

No es lo mismo lo que puede consumir el trabajador yanqui, que un asalariado argentino y no son las mismas horas las que trabaja uno que el otro. En los mismos EE. UU., no se compara el grado de súper explotación, ni de salarios, ni de condiciones de trabajo de los trabajadores inmigrantes, que el de los obreros norteamericanos de la industria pesada.

Esto se debe a que el imperialismo de EE. UU. necesita el apoyo de los trabajadores “blancos”, no sólo para evitar los conflictos generados por la lucha de clases en su propio país, sino también, para que estos avalen las cruzadas por el petróleo y los asesinatos de activistas y dirigentes obreros de los países invadidos.

También para que avalen, en épocas normales, la diferenciación de las tasas de explotación y salarios, y, por lo tanto, de extracción de plusvalía de los inmigrantes y otras capas súper explotadas de la clase trabajadora. Es de hacer notar que la misma mecánica rige en los relativos privilegios de los obreros hombres con relación a las obreras quienes, en términos generales, reciben un 54% de los salarios de aquellos por tareas o trabajos comparables.

Esta práctica de creación de una aristocracia obrera, también se extendió a casi todos los países imperialistas o no, en donde los obreros que operan en los sectores claves circunstanciales del sistema productivo se ven beneficiados a expensas del resto de la clase obrera.

Lenin en el “Imperialismo fase superior del Capitalismo” describe la manera en que la burguesía desarrolla una casta dentro del movimiento obrero, la aristocracia obrera y ligada a esta, el origen de la burocracia sindical.

Es evidente que una súper ganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su «propio» país) permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países «avanzados» los corrompen, y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas”

Lenin continua con un paneo más descriptivo de la aristocracia obrera, y explica cómo su existencia determina su conciencia y muchas veces su acción.

La obtención de elevadas ganancias monopolistas por los capitalistas de una de las numerosas ramas de la industria de uno de los numerosos países, etc., da a los mismos la posibilidad económica de sobornar a ciertos sectores obreros y, temporalmente, a una minoría bastante considerable de los mismos, atrayéndolos al lado de la burguesía de una determinada rama industrial o de una determinada nación contra todas las demás”

Esta capa de obreros aburguesados o de «aristocracia obrera», completamente pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía de sus emolumentos (sueldos) y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la Segunda Internacional, y hoy día, el principal apoyo social (no militar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes obreros de la clase capitalista (labour lieutenants of the capitalist class), los verdaderos portadores del reformismo y del chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de los «versalleses» contra los «comuneros».”

En un artículo titulado El Imperialismo y la Escisión del Socialismo Lenin escribe” El imperialismo introduce algunas modificaciones: una capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de millones de hombres de los pueblos no civilizados.”

Si quisiéramos ubicar este fenómeno en la Argentina veríamos que el ala Moyanista que hoy controla la CGT en Argentina se basa en la aristocracia obrera de camioneros, petroleros, trabajadores de ferrocarriles, bancarios, fábricas de automotores y en menor medida, metalúrgicos que obtienen los mejores salarios del país y son al mismo tiempo la base de apoyo de la burocracia sindical Moyanista, del gobierno con el que se han aliado y de los intereses exportadores y financieros del imperialismo.

Bastaría con observar las diferencias salariales y de condiciones de trabajo, así como de representación sindical y poder de negociación de este 6-7% de la clase obrera con el millón y medio de trabajadores rurales, que trabajan por convenio de sol a sol y con salarios miserables; o el 40% de los trabajadores en negro que no llegan a percibir ni el 50% de los sueldos de la aristocracia obrera.

La decisión de preservar algunos de estos sectores de la aristocracia obrera responde a causas políticas, ideológicas y/o económicas de la burguesía que actúa a través del estado para poder garantizarla.

El grado de dependencia del país y la propia burguesía nacional del imperialismo – ya sea de EE. UU., Brasil o China – no le permite a veces tener los recursos suficientes para solventar a los sectores de la aristocracia obrera.

La burguesía del transporte – ya sean los dueños de los camiones o de los ferrocarriles – que otorga estas concesiones por encima de la media a sus trabajadores, no estaría en condiciones de hacerlo si no fuese por los grandes aportes de subsidios para salarios, combustibles y renovación de las flotas y pagos de la infraestructura que le otorga el estado.

Los subsidios estatales millonarios, que en la actualidad otorga el gobierno a la patronal para sostener los salarios y condiciones de trabajo de los sindicatos Moyanistas, es una de las claves de su permanencia como aristocracia obrera.

Los subsidios son entonces, el dinero que el estado burgués roba al conjunto de los trabajadores y al pueblo de los planes sociales y de la construcción de infraestructura (escuelas, hospitales, viviendas sociales, etc.) para entregárselo a la burguesía para que esta a su vez, deje caer migajas de ese robo organizado a las manos de un pequeño sector aristocrático de la clase obrera.

Huelga aclarar que no todos los trabajadores que tienen buenos salarios son necesariamente de la aristocracia obrera. El grado de desarrollo de la lucha de clases y la pelea contra la burguesía de los trabajadores influye también en estas diferenciaciones salariales o de condiciones de trabajo.

Existen gremios, fabricas, sectores de la clase, etc., que acceden a mejores condiciones de trabajo y salarios por medio de la lucha, pero no pueden mantener esos niveles sin que esta lucha sea constante; a no ser que sean incluidos en los sectores que la burguesía quiere desarrollar como parte de la aristocracia obrera y/o coopten a sus dirigentes a la burocracia sindical.

Cuando la burocracia sindical negocia por mejores condiciones de trabajo o salarios, lo hace a cambio de reducir los conflictos y de garantizar de que, si eso sucede, actuaran como diques de contención para que los más explotados no reciban los mismos aumentos o mejoras en sus condiciones. Seguramente, y en especial cuando la economía está a su favor, nos encontramos con una decisión de conveniencia de la burguesía por ceder con relativa facilidad algunas concesiones, a algunos trabajadores, siempre a un precio político y social, conveniente a sus intereses.

Esta capacidad de “negociación” entre los capitalistas y la burocracia sindical sólo se deteriora y puede llevar a enfrentamientos cuando la crisis sacude a los burgueses y al Estado, o cuando aquellos marginan a la aristocracia obrera y a la propia burocracia sindical, por apetencias de poder, incremento de sus ganancias, o como producto del cambio en la infraestructura productiva.

Existen otras formas de sobornar a los dirigentes: la cesión de cuotas sindicales obligatorias, la administración de programas millonarios de viviendas, obras sociales, etc., en la que muchos burócratas sindicales encuentran la forma de enriquecimiento personal, aun a costa de la salud o los intereses de sus propios representados.

Si un sector de los obreros lleva una vida pequeños burguesa, accediendo a un conjunto de bienes y servicios otorgados por una política de explotación al resto de la clase, es lógico que defiendan esos privilegios.

En el Siglo XIX Marx y Engels ya sostenían que no les sorprendía que muchos trabajadores de la Inglaterra Imperial pensaran como burgueses y apoyaran a éstos políticamente. Intervenían allí fenómenos materiales: ¿Por qué no pensarían como capitalistas y apoyarían a estos ideológicamente si percibían de ellos las migajas de la inmensa explotación colonial?

El proletariado inglés se va aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia y un proletariado burgueses. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico.” (Obras Completas de Marx y Engels. Carta de Engels a Marx, 1858)

La burguesía, siendo una minoría en la sociedad, necesita construir una mayoría electoral para justificar su permanencia en el poder y eso sería imposible sin ganar para sus partidos a una parte de los explotados. La aristocracia obrera les asegura un segmento leal a sus planes, lo mismo que el clientelismo fuerza a otros actores sociales populares a sumarse a los partidos de la clase dominante.

Incluso las dictaduras militares en Latinoamérica y el propio fascismo en Europa otorgaron concesiones a la burocracia sindical y a la aristocracia obrera. Por las mismas razones que lo hace la burguesía “democrática.” Cabe recordar que, en la Argentina, por ejemplo, fue una dictadura militar la que le otorgo a la burocracia sindical el comando de las obras sociales y con ello facilitó el enriquecimiento de los dirigentes obreros.

Tener en claro el concepto de aristocracia obrera nos permite, no el descartar a este sector como parte del movimiento obrero, sino comprender como actuarán en conjunto ante las ofensivas capitalistas e imperialistas y para tener en cuenta la política a llevar adelante, no solo con ellos sino con el conjunto de la clase.

Es importante realizar campañas de agitación y propaganda para el sector, teniendo en cuenta la cuestión material que hace que sectores mayoritarios de este grupo se vuelquen a la derecha e inclusive al fascismo (Italia, Alemania, etc.) pero será en los momentos de crisis de la burguesía y su economía, como sucede hoy en EE. UU. y Europa cuando estos sectores se abrirían a perspectivas más solidarias con el resto de la clase y podrían decidir salir a la lucha como parte integral de la clase.

Por eso es igualmente importante promover el ímpetu de las luchas entre los más súper explotados y oprimidos para que estos obtengan sus reclamos, pero también para proteger al movimiento de masas de los posibles prejuicios y actitudes supremacistas de la aristocracia obrera.

Samuel Gompers, el legendario dirigente sindical y burócrata norteamericano de la AFL (American Federation Of Labor, una especie de CGT a principios del Siglo XX en EE. UU.) encabezó a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX las tendencias sindicales en EE. UU., pero también internacionales, que se oponían al ingreso en las industrias y en los sindicatos de los inmigrantes y los negros, y esto sucedió hasta en forma violenta en los países centrales.

La mayoría de los sindicatos europeos, incluso aquellos controlados y dirigidos por socialdemócratas apoyaban al colonialismo de sus burguesías y sostenían – en acuerdo con algunos de los principales partidos socialdemócratas del viejo continente – que el colonialismo llevaría a la civilización a “los pueblos salvajes” y procuraría transformarlos en proletariados.

Esta posición escondía la verdadera razón de este apoyo al colonialismo: los trabajadores de los sindicatos europeos se beneficiaban de la súper explotación de las colonias y los pueblos y etnias oprimidas. Lo mismo en EE. UU.

De hecho, en el Congreso de la Socialdemocracia de 1903, Lenin (junto a Rosa de Luxemburgo y otros) formaron su primera facción en el seno de la socialdemocracia produciendo una resolución contra esas posiciones reaccionarias. Consiguieron la mayoría en el Congreso, pero eso no evitó que los principales partidos socialdemócratas la ignoraran. Como una extensión de esa posición reaccionaria, apoyarían a sus respectivas burguesías en la Primera Guerra Mundial.

En los años 30, los sindicatos exclusivos de blancos y aristocráticos de EE. UU. lucharon a brazo partido para no admitir a los negros y otros trabajadores no blancos en las grandes industrias y en los sindicatos. Eso generó un conflicto con un sector de sindicatos, como los mineros, que se enfrentaron a ellos y se escindieron de la AFL, creando el CIO (Committee of Industrial Organizations) que por más de una década encarnó un sindicalismo militante, con métodos de lucha radicales, que logró importantes concesiones de los patrones y una integración de negros en las industrias y gremios no alcanzada hasta entonces. Solo décadas después se dio la reunificación en la AFL y el CIO, sobre bases mucho más moderadas, en una nueva situación, en lo que constituye hoy la central de trabajadores más grande del país.

La existencia de la aristocracia obrera, y su producto, la burocracia sindical, también permitieron que la burguesía imperialista norteamericana utilizara a la central sindical de su país, la AFL-CIO, para subvertir, espiar, comprar, corromper y destruir sindicatos clasistas, combativos, comunistas y socialdemócratas en todo el mundo durante la llamada “Guerra Fría”.

En todo el periodo entre la posguerra y la Guerra de Vietnam, la AFL-CIO creo institutos especiales a efecto de infiltrar, corromper, sobornar o incluso destruir a centrales y sindicatos combativos en Europa, Latinoamérica y Asia y le dedico a las tareas anticomunistas el equivalente a moneda actual de miles de millones de dólares, en su mayor parte proveniente de fondos secretos del gobierno norteamericano.

Durante la Guerra de Vietnam, en repetidas oportunidades, sindicatos norteamericanos como el de la construcción formaron grupos de choque para atacar físicamente a estudiantes y trabajadores que protestaban contra la guerra.

Para sintetizar, la aristocracia obrera es una obra de ingeniería social de la burguesía, comenzando por la imperialista, para obtener apoyo político para sí contra el resto de las clases y países oprimidos, incluyendo el resto de la clase obrera no aristocrática en los países imperialistas.

Por supuesto, las crisis periódicas del capitalismo y el imperialismo limitan esta posibilidad de sobornar a capas del proletariado, las cambia unas por otras de acuerdo con la reorganización de los negocios y, en muchos casos, se reduce en número o se relativizan, pero el concepto esencial de la necesidad de la aristocracia obrera, y de sus dirigentes oportunistas, políticos y sindicales, subsiste como una de las necesidades de la burguesía para mantener su dominación. ■

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *