Manifiesto

Manifiesto por una Nueva Internacional Marxista Revolucionaria y Anti-Extincionista

Conferencia Internacional de Fundación

Ciudad de México

Octubre de 2022

#CambioClimatico #CrisisClimática #Revolucion #ColapsoCivilizatorio #Extinction #LuchaSocial #Socialismo #Comunismo #CalentamientoGlobal #Ecología #Marxismo #RevoluciónSocialista #SocialismooExtinción

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Sin embargo, no nos felicitemos demasiado a causa de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada victoria, la naturaleza se venga de nosotros. Cada victoria, es verdad, produce en primer lugar los resultados que esperábamos, pero en segundo, y tercer lugar, tiene efectos bastante diferentes e imprevistos, que con demasiada frecuencia cancelan el primero.” ¿Puede la humanidad conquistar la naturaleza?

Friedrich Engels, 1876 (El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre)

El capitalismo está destruyendo la viabilidad de la vida en el planeta y la civilización humana se acerca al precipicio.

El capitalismo anárquico y voraz ha logrado romper el equilibrio metabólico entre el planeta y la civilización humana. Nos encontramos hoy en los inicios de un estadio de agonía mortal del capitalismo similar al definido por Trotsky en el programa de transición en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, aunque mucho más avanzado ya que se cierne sobre nosotros no solo la destrucción de la vida en el planeta sino un colapso civilizatorio.

El capitalismo industrial ha acumulado tal cantidad de gases tóxicos en la atmósfera, producido tal nivel de calentamiento global y tal envenenamiento de las aguas y las tierras del planeta, que se ha puesto en marcha un proceso de extinción masivo de especies incluida la humana.

Es necesaria una cirugía profunda y arrancar los quistes que pudren nuestra sociedad y el hábitat que son la burguesía, su sistema económico y sus regímenes políticos.

Hace décadas que la burguesía mundial sabe del desastre causado por su sobreexplotación de la naturaleza y producción de contaminantes desde la revolución industrial, pero ha hecho todo lo posible por ocultarlo, minimizarlo, o proponer medidas insuficientes de mitigación de los daños, todo en aras de preservar sus ganancias y sus privilegios.

Ninguna de las propuestas de la burguesía podrá resolver la catástrofe ambiental, que ella misma ha puesto en marcha. La burguesía sólo puede existir a condición de profundizar la crisis y preservar sus fuentes de ganancias. Por lo tanto, su estrategia es extincionista porque anteponiendo sus ganancias a la vida en el planeta y al bienestar de la humanidad, nos conduce aceleradamente a una pérdida irreversible de biodiversidad y a la extinción de todas las especies.

Esta política consciente de destrucción del ambiente traerá aparejada la caída inevitable de las sociedades bajo el capitalismo. La destrucción de recursos económicos, de las fuentes de energía y de la matriz económica será acompañada por una desintegración de las relaciones de producción y de las grandes conquistas de las masas en términos de avances sociales, culturales y de conciencia respecto a las sociedades precapitalistas. Los regímenes políticos y los gobiernos serán pulverizados y reemplazados por otros aún más autoritarios, incluidos fascistas y fundamentalistas.

Los gobiernos burgueses que sobrevivan abandonarán toda pretensión de ¨democracia¨ y se volverán abiertamente represivos. La descomposición del orden social burgués en su conjunto y la liquidación de este acompañará el derrumbe de sus instituciones. Todas las leyes y medidas de coacción social que le daban funcionalidad a la sociedad capitalista desaparecerán. Este colapso de la civilización capitalista imperialista que se cierne abrirá un periodo de guerras y enfrentamientos armados sin precedente en la historia.

Los marxistas revolucionarios declaramos la guerra a esta política criminal y deliberadamente extincionista de la burguesía y llamamos a su derrocamiento a escala mundial por los medios que sean necesarios, como la única política viable para la sobrevivencia de las especies y el ambiente.  Todo intento de reformar los sistemas existentes es inútil, toda confianza en que la clase en el poder dará soluciones a la humanidad y salvará el planeta no es más que una falacia.

Para derrotar a los capitalistas y su modo de producción extincionista es imprescindible una organización política conscientemente revolucionaria a nivel mundial; que no confíe en que algunas reformas, o la aplicación de medidas “moderadas” de preservación del planeta, podrán detener la catástrofe.

La crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria

Hasta ahora los trabajadores y los oprimidos hemos tenido muchas victorias parciales o temporales, pero ninguna de las cuales ha podido sostenerse, consolidarse ni expandirse para derrocar a la burguesía mundial.

El marxismo ha sufrido muchas derrotas y traiciones y no hemos podido todavía encontrar la forma de derrocar a las clases dominantes y abrir un periodo de transición anti extincionista en camino al socialismo.

Llamamos entonces a todos los revolucionarios a la construcción de una nueva internacional marxista, revolucionaria, anti-extincionista, que pueda hacerle frente a esta crisis, derrocar a la burguesía mundial y llevar a la humanidad a un proceso de transición hacia el socialismo, atendiendo a los más grandes desafíos que nos presenta la desolación del planeta y prepararnos para sobrevivir los desastres ambientales en curso.

Construir redes laxas de grupos aislados, o asociaciones de asesores científicos preocupados por el rumbo del mundo pueden contribuir en cuestiones menores, pero no constituyen un reemplazo a la construcción estratégica de una dirección revolucionaria.

 Para derrotar a los capitalistas y su modo de producción extincionista es indispensable una organización política conscientemente revolucionaria a nivel mundial; que no confíe en que algunas reformas, o la aplicación de medidas “moderadas” de preservación del planeta, podrán detener la catástrofe.

La clase en el poder seguirá luchando por preservar sus ganancias y buscará ofrecer alguna “solución” que solo contemple sus intereses y no los de la humanidad y el planeta.  Todas las propuestas de la burguesía, en el mejor caso, se dirigen a demorar las catástrofes en curso, no a eliminar la verdadera causa de ellas que es su propia existencia como clase en el poder.

Se hace imprescindible formular un programa mundial de acción radical, profundo y decidido, independiente de la clase capitalista-imperialista gobernante, que se base en una comprensión científica e histórica de la realidad contemporánea y de la necesidad de construir una nueva civilización humana. Ese plan puede solo ser concebido y realizado a través de métodos y organizaciones revolucionarias.

La pandemia de Covid19 es el espejo donde miramos nuestro futuro bajo el capitalismo

La descomposición ecológica que se abate sobre el planeta traerá consigo emergencias sanitarias globales y regionales cada vez más graves y frecuentes y nos encontraremos repetidamente, como en el caso del Covid, con la falta de preparación y previsión de todos los gobiernos del mundo, desde China y Rusia a EE. UU., de Europa a Oceanía, África y las Américas que han declarado que su estrategia es reabrir al máximo los mercados y recuperar el terreno perdido en el campo económico, no el de salvar vidas.  Esta es la estrategia central de la burguesía frente a las catástrofes y el colapso civilizatorio en marcha: sacar el máximo provecho posible, durante el mayor tiempo posible, y buscar un refugio temporal para aquellos en el poder, a costa de sacrificar todas las vidas que sean necesarias para ello.

Las mega sequías e inundaciones, las olas de calor intensas, la deforestación, la acidificación de los océanos, la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el deshielo de los glaciares, la elevación del nivel del mar, la acumulación de desechos industriales y radioactivos, plantean desafíos mucho más graves y complejos que los que nos ha presentado la emergencia del Covid, sin dejar de mencionar que nuevas pandemias están a punto de producirse como producto de la degradación y destrucción ambiental.

Socialdemócratas, Estalinistas, centristas y anarquistas son un obstáculo a la revolución y para detener el extincionismo

Históricamente en la lucha por el socialismo han existido direcciones políticas de la clase obrera, que se reclaman de palabra del marxismo, o del anarquismo, pero que una y otra vez han renegado de la lucha revolucionaria por la destrucción del capitalismo y han terminado convirtiéndose en agentes del orden burgués o aliados de sectores de la burguesía o incluso en organizaciones directamente burguesas. Tal es el caso de la socialdemocracia de la segunda internacional o los anarquistas aliados de la burguesía en España y Rusia, y del estalinismo; este último, responsable de la degeneración burocrática de la tercera internacional y de la restauración capitalista en los ex estados obreros.

Algunas de estas corrientes continúan existiendo en la actualidad en distintos países como organizaciones enteramente reformistas que se niegan a romper con la burguesía. Se dedican exclusivamente a funcionar como aparatos electorales o simples grupos de presión, bajo los regímenes burgueses y son utilizados para desviar y neutralizar las luchas que desafían el poder de la burguesía.

Es indudable que en la actualidad la lucha revolucionaria por el socialismo es equivalente a la lucha contra la extinción masiva y el colapso civilizatorio. Será el avance de la lucha anti-extincionista la que va a desenmascarar cada vez más claramente el papel político contrarrevolucionario del reformismo. Otro tanto va a ocurrir con aquellos sectores políticos amorfos y centristas que no logren abandonar la esfera del reformismo.

Los movimientos ecologistas y los partidos verdes

Otros sectores que se erigen como obstáculos para la construcción de organizaciones revolucionarias son los ecologistas burgueses que insisten en que se puede frenar la desintegración ecológica en el marco de la sociedad burguesa y son incapaces de reconocer que el capitalismo imperialista se encuentra ante la contradicción insalvable de depender de una expansión sin límite de su sistema y que, a su vez, este sistema existe a condición de acelerar la destrucción del planeta.

Los movimientos ecologistas, fundamentalmente de clase media y que han trabajado en defensa del ambiente por décadas, continúan asumiéndose como simples consejeros de la burguesía; no van más allá de plantear desde medidas de responsabilidad individual, hasta llamados a los gobiernos de turno a que adopten medidas paliativas ante los enormes problemas ambientales. Al igual que los científicos más conservadores, estos grupos tampoco señalan al capitalismo como el responsable fundamental de la tragedia en curso, y a lo sumo proponen medidas de tipo económico como el cobro de impuestos o sanciones a las mayores empresas contaminantes; muchos de ellos concurren en que nos encontramos ante una problemática antropogénica diluyendo en la responsabilidad de todos, lo que es la obra de la clase dominante.

Nosotros aseveramos que el colapso civilizatorio no es antropogénico en general sino responsabilidad del modo de producción capitalista, es decir vivimos en la “era del capital”, el capitalceno, y los responsables no somos todos sino la clase dominante.

Ecologistas, reformistas y centristas, confían en que las medidas paliativas propuestas, sean consideradas y puestas en práctica como parte del proceso de la democracia burguesa, pero como bien sabemos, y en palabras de Trotsky, “La democracia creada por la burguesía no es, como lo creyeron Bernstein y Kautsky, una bolsa vacía que puede ser llenada sin problemas con cualquier tipo de contenido de clase. La democracia burguesa sólo puede servir a la burguesía.”

Los reformistas nos proponen una vez más una alianza con la burguesía que no es más que una forma de “Frente Popular” o de completo sometimiento a los designios y estrategias de la clase dominante. Una alianza tal con la burguesía no importa por quien esté dirigida, nunca dejará de ser más que “una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa. Cuando este ‘comité’ maneja mal las cosas, la burguesía lo echa a patadas.” (TrotskyA 90 años del Manifiesto Comunista).

La izquierda y el anti-extincionismo

Internacionalmente existe una izquierda que afirma correctamente que el capitalismo está matando el planeta, pero se resiste a admitir que el colapso civilizatorio y la destrucción de la naturaleza ya han comenzado y que son irreversibles, lo que los conduce a adoptar la posición idealista que plantea que todo podrá arreglarse una vez que la clase obrera tome el poder.

Para cambiar la trayectoria mortal impuesta por el capitalismo y la burguesía, la izquierda debe urgentemente reevaluar y actualizar las teorías y estrategias revolucionarias, incluyendo necesariamente la discusión sobre el sujeto histórico revolucionario, así como las tácticas y los métodos de intervención en la lucha de clases.

Como ya hemos dicho, nuestro análisis es que, luego de un corto periodo de transición de acumulación de fenómenos catastróficos, se dará un salto cualitativo que demolerá la civilización construida por el capitalismo y amenazará al planeta.  Nos hallaremos entonces enfrentados a una época post capitalista caracterizada por la regresión de todas las formas de producción y de intercambio, así como de las relaciones políticas, sociales y culturales.

Al no entender del todo la situación, muchos en la izquierda limitan su política al reclamo de medidas que resultan insuficientes estratégicamente, y no se dan cuenta entonces que, consignas como la expropiación de la industria energética, el control obrero y de los consumidores de estas compañías, mejoras en la condiciones de trabajo en las industrias más tóxicas y otras medidas de protección ambiental, no son más de transición, sino que, por las circunstancias objetivas de aceleración de la catástrofe ecológica, han retrocedido a la categoría de consignas democráticas, incidentales y en muchos casos mínimas. Insuficientes para hacer frente a la situación de esta nueva era.

La izquierda entonces, en lugar de ocupar su lugar como dirección revolucionaria para solucionar la crisis de la humanidad, no hace más que abrir un compás de espera sobre soluciones futuras que asume que existirán. Se aferran a la idea de que si se toman las medidas adecuadas y la clase obrera hace la revolución, es posible evitar la catástrofe y que podrá restablecer a tiempo el equilibrio metabólico entre el ser humano y la naturaleza. Mientras tanto se oponen a medidas que frenen o eliminen la producción industrial porque asumen que esto retrasaría el avance de la clase obrera como único agente de cambio social revolucionario.

Esta confianza en que todo será solucionado con la toma del poder, se desprende de una tendencia del marxismo contemporáneo a capitular a la aristocracia obrera, y en muchos casos de tomarla como centro exclusivo de la intervención partidaria. Toda la izquierda que no ve la magnitud de la crisis ecológica, y se pierde en otros menesteres, por omisión, no hace más que dar vida al centrismo y al reformismo, lo cual termina facilitando el extincionismo de la clase dominante.

Negar el proceso de extinción en nuestros días es, sin exagerar, similar a negar el imperialismo como hacían los reformistas de la Segunda Internacional cuando apoyaron a sus respectivas burguesías imperialistas durante la Ira. Guerra Mundial. La negación del extincionismo expresa la negación de las leyes de la lucha de clases: sin victorias consolidadas queda abierta la vía a la contrarrevolución, las derrotas y la regresión. No se puede vencer contra lo que ni siquiera comprendemos.

Los estalinistas, la socialdemocracia y los seguidores del “Socialismo del Siglo XXI” niegan el proceso de extinción de especies y el colapso civilizatorio en curso, planteando en los hechos, frentes populares en alianza con la burguesía para resolver los problemas ambientales. Sus dirigentes empujan a sus organizaciones al reformismo, a las alianzas con la burguesía o al entrismo en partidos burgueses con el afán de reformarlos.

De la misma forma, la llamada izquierda postmoderna, autonomista, pequeñoburguesa, basada fundamentalmente en las ideas de Holloway, que plantea gobernar sin tomar el poder, o la “gramsciana” que habla de la asunción del poder de la sociedad civil, donde las clases se diluyen, y niega la necesidad de una dirección revolucionaria, o la reemplazan por concepciones idealistas como la lucha por la hegemonía cultural, capitulan a la burguesía, por más que a veces  se pronuncien contra ella, o contra los explotadores y opresores en general, porque en los hechos los incluyen en todas sus propuestas políticas. Esa es la experiencia que nos han dejado movimientos como los Zapatistas, los Indignados, los Occupy o Syriza; todos ellos rechazan la tarea central de construir una organización revolucionaria internacional sin la cual todo triunfo contra la extinción es imposible.

Por su parte, grupos y corrientes ultraizquierdistas, con su accionar individualista y por fuera de las organizaciones y fenómenos de masas ponen obstáculos adicionales a la organización de estas y dan excusas a la burguesía para reprimir al conjunto de los trabajadores y oprimidos en forma prematura, cuando estos aún no están en condiciones de enfrentar dichos ataques.

 Nunca como hoy se ve con tanta claridad la necesidad de gobiernos y estados revolucionarios que busquen la unificación mundial para hacer frente a los desafíos de nuestra era. La alternativa es clara y urgente: ¡Socialismo o Extinción!

Los científicos y la revolución anti-extincionista

Un creciente número de científicos del ambiente asegura que, de no modificarse los actuales procesos productivos, se generarán enormes catástrofes ecológicas irreversibles; sin embargo, ninguna de sus propuestas se eleva al terreno político llamando a cambios estructurales de la sociedad, sino que aceptan un papel limitado a proveer de información a los círculos gobernantes que son los que determinan la política y toman las decisiones finales en todos los asuntos.

A los científicos la burguesía no les cede el espacio para deliberar sobre, por ejemplo, que energía se debe producir o en que se debe usar, solamente se les demanda que se ocupen de como generarla en mayores cantidades.

Son pocos los científicos que resisten o llegan al fondo en sus análisis y plantean que los cambios del ambiente ya son irreversibles, que nos encontramos ante la inminente extinción masiva de especies, incluida la especie humana y no señalan al capitalismo y la burguesía mundial como los responsables de la situación.

La regresión de sistemas, regímenes, gobiernos y clases 

Advertimos que en el curso de las catástrofes ambientales que se han comenzado a dar se acumulan rápidamente las condiciones para el desplome de gobiernos y regímenes burgueses y su reemplazo por oligarquías y castas armadas hasta los dientes, que lucharán entre sí implacablemente por los escasos recursos disponibles, desencadenando un retroceso general de las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores y de las masas empobrecidas en todos los rincones del planeta.

No serán ya burguesías proclamándose hipócritamente por la “democracia”, sino clases dominantes dictatoriales y absolutistas apoderándose de lo que quede del aparato productivo y los aparatos de los estados en simbiosis con los restos de sus ejércitos.

El capitalismo y la burguesía habrán finalizado su ciclo histórico, destruyendo el planeta y retrocediendo a formas sociales similares a las anteriores al capitalismo. El fascismo y el neofascismo, o regímenes fundamentalistas, serán solo transiciones o vehículos hacia nuevas formas de poder en regresión permanente. Esa realidad ya está en plena marcha.

Las penurias de los trabajadores y las masas alcanzarán niveles nunca vistos con hambrunas y epidemias implacables. Se multiplicarán los éxodos de masas humanas desplazadas por la miseria y la violencia y por la degradación y destrucción ambiental de crecientes regiones del planeta que se irán volviendo inhabitables.

De la misma manera, los derechos democráticos, conquistados con grandes sacrificios y lucha, serán aplastados bajo los escombros de la civilización.

Tanto la esclavitud, como el trabajo infantil, y otras prácticas laborales de superexplotación, supuestamente superadas en el pasado por la legislación social, que en realidad nunca dejaron de existir, han vuelto y continuaran expandiéndose con renovada fuerza.

Las ganancias parciales de las luchas sociales que han creado nuevas formas de conciencia democrática que se expresan en los grandes movimientos por los derechos de las mujeres, las nacionalidades oprimidas, los pueblos originarios, la defensa de los inmigrantes, etc., quedarán hechos trizas por la nueva situación.

La burguesía precipitará brutalmente las clases medias hacia abajo en la escala social, reprimiendo sin piedad sus aspiraciones democráticas y fusionándolas con las que serán las nuevas clases esclavas. Sin embargo, la burguesía también buscará utilizarlas de manera creciente para sus propios fines, como fuerza de choque contra los más oprimidos, para mantenerse en el poder hasta donde sea posible. 

La falta de un polo revolucionario que las atraiga hará que la pequeña burguesía desesperada se lance, como lo hizo bajo el fascismo, hacia un abismo contrarrevolucionario para vengarse de los burgueses y contra los que considere como responsables de su ruina, incluyendo los trabajadores y oprimidos.

Sólo la intervención decidida de los trabajadores, los pobres, las nacionalidades oprimidas, los sectores oprimidos y los jóvenes con un programa de lucha socialista por la defensa del ambiente podrán atajar esta situación y encaminarnos hacia una realidad distinta.

Reafirmación de las teorías y leyes del marxismo revolucionario

Estamos ante una nueva época histórica: la de la extinción y del colapso de la civilización capitalista. Dentro de ella, atravesamos el periodo de agonía mortal del capitalismo en el que está en juego el futuro inmediato de la humanidad.

Frente a esta crisis reafirmamos que solamente el marxismo revolucionario cuenta con el arsenal teórico-político para librar a la humanidad de la amenaza existencial que representa la dominación global de capitalismo imperialista.

El marxismo revolucionario analiza objetivamente la realidad y no tiene necesidad de crear ideología alguna que la distorsione. No se aferra a fórmulas o teorías inmutables. Los propios fundadores del marxismo revolucionario adoptaron una actitud crítica sistemática hacia sus propios análisis, métodos y teorías y con ello prepararon el terreno para los triunfos revolucionarios históricos del proletariado en la lucha de clases durante el siglo pasado.

Lenin desarrolló la teoría de la organización revolucionaria y la teoría y el análisis de la lucha de clases al exponer que el surgimiento y preponderancia de un sector relativamente privilegiado de la clase obrera como aristocracia obrera y de la socialdemocracia europea como su representación política fueron los responsables de la Primera Guerra Mundial.

En consecuencia, Lenin llamó a la formación de una nueva internacional revolucionaria consistente con su teoría de la organización revolucionaria; contemporáneamente, Trotsky desarrolló la teoría de la revolución permanente y la teoría del desarrollo desigual y combinado y confluyó con Lenin en el triunfo de la primera revolución socialista obrera que por primera vez en la historia abrió la posibilidad de una revolución socialista mundial.

Las derrotas de la postguerra, la muerte de Lenin y el ascenso de la burocracia estalinista al poder y las traiciones del reformismo liquidaron la posibilidad histórica de la revolución mundial del periodo anterior.

El estalinismo adoptó una política reaccionaria de coexistencia pacífica y de ¨socialismo¨ en un solo país y liquidó la Tercera Internacional.

Solamente el trotskismo, la única corriente marxista revolucionaria actual, anticipó los peligros de la restauración capitalista en la Unión Soviética con el ascenso y consolidación de la burocracia estalinista reaccionaria.

Hoy día, el desafío teórico y político para el marxismo revolucionario es muchísimo más crítico que en cualquier coyuntura histórica del siglo pasado. Está ampliamente demostrado que el capitalismo está destruyendo la vida en el planeta y es urgente que éste sea derrocado para preservar las condiciones mínimas necesarias tanto para la sobrevivencia humana como para la biodiversidad.

El programa para la revolución socialista mundial debe ahora ser además un programa anti-extincionista que apunte directamente a los problemas estructurales de la producción industrial capitalista y sus mecanismos materiales de destrucción. Es necesaria una conciencia de clase mucho más compleja que la que se puede lograr mediante la movilización permanente por demandas económicas o parciales.

Frente a esta crisis, agitamos y propagandizamos en la clase trabajadora, que intercambiar algunos años de trabajo asalariado por la paz social, frente a la crisis ambiental, amenaza nuestra propia existencia.

Si no hay al menos una vanguardia de la clase obrera, que adopte posiciones revolucionarias, anticapitalistas y anti-extincionistas, entonces el proletariado está amenazado con su desaparición como clase y como sujeto histórico de la revolución socialista.

Si la clase obrera se destruye por una combinación de la catástrofe ambiental y su derrota total en la lucha de clases, aunque en el proceso se extinga también la burguesía, surgirán clases sociales retrógradas abajo y arriba: nuevas oligarquías militaristas crearán nuevas clases explotadas y oprimidas, como siervos o esclavos.

En algunos lugares, la revolución tendrá también como tarea de transición, la reconstrucción de la clase trabajadora sin la burguesía, un verdadero desafío teórico y práctico que ya se probó como tarea necesaria para los revolucionarios después de la Revolución Rusa, cuando la clase obrera quedó devastada por la Ira. Guerra Mundial y la Guerra Civil.

Nos encontramos entonces, con que la demanda del “control obrero”, en los casos de las industrias que producen CO2 y otros contaminantes, es insuficiente e inofensiva, y debe reemplazarse por la demanda del cierre inmediato de dichas empresas, y la lucha por nuevos trabajos de sustentabilidad ecológica, sin que ningún trabajador deje de recibir sus ingresos.

No queremos “controlar” lo que nos mata, sino eliminarlo. Demandamos que todos los recursos acumulados del capitalismo deben ser utilizados para garantizar un ingreso universal para todos y un programa masivo de reconversión de la producción a formas consistentes con la naturaleza.

Los marxistas revolucionarios tenemos la obligación de denunciar sistemáticamente que el capitalismo está destruyendo las dos principales fuentes de riquezas y fuerzas productivas, la naturaleza y los seres humanos, imponiendo sobre ellas, medios de producción que los envenenan y destruyen sistemáticamente. La única manera de detenerlo es parar y cerrar los medios de producción obsoletos, o que no puedan ser reconvertidos o reemplazados, por otros en armonía con la naturaleza bajo el principio de que la naturaleza no existe exclusivamente para ser explotada sino para armonizar la vida de la especie humana con ella.

Hay que abandonar toda idea de que los hidrocarburos, las centrales nucleares y que la utilización de motores de combustión interna puede ser progresivamente alterados para aminorar su efecto destructivo en la naturaleza o que el dominio sobre ellos de la clase obrera es una fórmula para el salvataje del planeta.

Los medios de producción que no sean compatibles con el ambiente deben ser inmediatamente reconvertidos o eliminados lo más rápidamente posible.

El estalinismo también ha contribuido históricamente a la crisis ambiental actual al adoptar los mismos medios de producción industrial altamente contaminantes del capitalismo imperialista, frente al cual mantuvo una política de “coexistencia pacífica,” (Kruschev) con el objetivo declarado de demostrar una superioridad productiva, es decir destructiva.

Dicha política fue inaugurada bajo el régimen reaccionario de Stalin supuestamente para construir el ¨socialismo en un solo país. ¨

La globalidad del presente proceso de destrucción del ambiente y las especies prueba la falacia de las teorías estalinistas.

El anti-extincionismo revolucionario debe ser una estrategia global para tener posibilidades de triunfo.

Los explotados y oprimidos, la clase trabajadora del campo y la ciudad, los jóvenes y las masas migrantes, deberán cumplir con esas tareas revolucionarias de mitigación y sobrevivencia del planeta y las especies, apoyándose en la plena vigencia de la teoría de la revolución permanente.

 La lucha anti-extincionista es actualmente una precondición inexorable que debe unificar todas las luchas, con independencia de sus motivaciones democráticas o transitorias. En este sentido, es la forma concreta en que se manifiesta hoy el carácter revolucionario de todo proceso hacia el socialismo.

El desenlace en el clímax de la catástrofe ambiental tendrá eventualmente un alcance planetario. Los marxistas revolucionarios deberemos luchar durante una etapa de transición, desigual entre regiones y aún en regiones de un mismo país, en el que los desastres ambientales se irán combinando progresivamente en devastaciones generalizadas.

Solamente el análisis del carácter desigual de este proceso nos ayudará al desarrollo de nuestras tácticas, mismas que irán variando de acuerdo con la evolución de la crisis. La ley del desarrollo desigual y combinado continuará siendo una herramienta indispensable de los marxistas revolucionarios para entender la situación y desarrollar tácticas y estrategias anti-extincionistas.

De la misma manera, toda demanda democrática o transicional, debe ser integrada a la estrategia central anti-extincionista, como parte esencial de la insurgencia en la lucha por el poder político. Así, para consolidar sus luchas y hacerlas avanzar sostenidamente, los movimientos de mujeres, de pueblos originarios, de defensa de los inmigrantes, por la tierra y el agua, contra la minería destructiva y por la autodeterminación de los pueblos deben incorporarse a la lucha anti-extincionista como una manera de preservar conquistas y avanzar sobre otras nuevas.

El tiempo de los avances y retrocesos paulatinos hacia un futuro socialista se ha agotado, puesto que la revolución socialista fue demorada y traicionada una y otra vez por la política reformista y centrista.

Los revolucionarios también fuimos responsables de esta demora, ya que no siempre comprendimos la rémora del centrismo y muchas veces confiamos en exceso en la posibilidad de ganarlo a posiciones revolucionarias.

 Esa demora de la revolución socialista nos está acarreando un futuro divergente al proclamado por estalinistas, socialdemócratas y centristas —los renegados del marxismo— que siguen creyendo en la posibilidad de desarrollo sin límite de los medios y fuerzas de producción existentes en el capitalismo.

Lo que está en juego, es el derrocamiento de las burguesías y oligarquías, y el establecimiento de una sociedad en transición al socialismo basada en la utilización plena de la ciencia, en el desarrollo de formas sustentables de sobrevivencia, de nuevos medios de producción en armonía con la naturaleza y en un marco de una sociedad de absoluta igualdad y frugalidad socialista donde todos los recursos existentes, y los que se produzcan, sean para todos cambiando las formas de consumo, eliminando la competencia y la duplicación de esfuerzos y eliminando todo vestigio de privilegios y clases sociales —una sociedad basada exclusivamente en relaciones de cooperación y solidaridad y no de coerción y opresión.

No existe margen para el reformismo burgués ‘verde’ que busca una coexistencia entre el capitalismo y la naturaleza.

El equilibrio metabólico está roto, por ende, todo intento de reformas choca y chocará con las oligarquías dominantes que se aferrarán hasta el final a sus ganancias; su existencia como clase gobernante en la actual sociedad industrial está basada centralmente en la producción de energía barata a partir de la producción y combustión de combustibles fósiles, o ‘renovables’ como bio-diésel, y sus derivados que son altamente contaminantes.

La única alternativa dentro del capitalismo sería un escenario utópico en donde la burguesía desarmara su sistema económico, abandonara sus privilegios, cesasen en su afán de ganancias, terminasen con la producción de gases de efecto invernadero y otros contaminantes y entregasen el conjunto de sus propiedades y capital para la administración social.

La prueba de que esto no sucederá es la existencia de tecnologías alternativas disponibles de hace décadas, bloqueadas sistemáticamente por los capitalistas y sus gobiernos, muchas de ellas impedidas siquiera de pasar de su estadio teórico.

Las burguesías y oligarquías son incapaces de aplicar cualquier medida sustancial, más allá de medidas cosméticas para alargar su estadía en el poder, no para resolver la crisis.

No hay balas de plata que preserven las especies y el planeta.

Todos sufriremos cambios brutales existenciales. En el presente se nos habla de diferentes propuestas para resolver esta crisis. Desde la reforestación masiva, a la captura de CO2, la utilización de energía alternativa, la eliminación gradual de los motores de combustión interna, etc.

Nosotros exigimos la aplicación inmediata y a gran escala de toda tecnología limpia; que todos los gobiernos empleen todos sus presupuestos nacionales en esas tecnologías y en el avance de estas. También exigimos que toda la ciencia y tecnología que se aplique o se desarrolle, sea compartida universalmente, sin cargo, por todos los países.

Es necesario la creación de un sistema de industrias compatibles con el ambiente, de propiedad social y bajo control de trabajadores y usuarios.

Ninguna de las formas “idílicas” de regreso a sociedades preindustriales son la solución, ya que, por su baja productividad, son incapaces de generar los recursos para sostener la población mundial actual, no por ello descartamos que alguna de las prácticas económicas de sustentabilidad pueden cumplir un papel importante en la etapa subsiguiente al colapso civilizatorio.

Por otro lado, existen corrientes del eco-fascismo que ven en el crecimiento y decrecimiento demográfico, el problema y la solución a la crisis ambiental, llegando a postular abiertamente el genocidio para salvar al planeta.

Los marxistas sostenemos que el crecimiento de la población no puede ser considerado como un factor aislado o decisivo frente el problema actual, el problema es el sistema capitalista y su proceso intrínseco de acumulación de ganancias y de explotación capitalista del ambiente.

Los marxistas revolucionarios repudiamos al eco fascismo que acusa a las poblaciones de color en el mundo de crear el problema ecológico con su multiplicación ¨sin medida¨, una tesis racista y clasista que justifica la creciente violencia y exterminio de razas, etnias y naciones. 

Los obstáculos de la revolución anti extincionista

Como hemos dicho, la revolución anti-extincionista promueve el reemplazo, cierre o reestructuración de los medios de producción para volverlos compatibles con la naturaleza y el mantenimiento de la diversidad de las especies que son una de las claves para la sobrevivencia de la especie humana —y de la vida del planeta.

El reformismo tiende a conciliar con los proyectos oligárquicos al proponer simples paliativos que, en el mejor de los casos, son utópicos y distraen de los objetivos centrales de desarrollar un movimiento internacional marxista revolucionario anti-extincionista. La conclusión lógica entonces, es que el reformismo, como ha sucedido históricamente antes, se pliega a la contrarrevolución.

Todas las propuestas alrededor de un Green New Deal se basan en la negociación y mediación con las burguesías dueñas de los medios de producción, para asegurarles una larga transición hacia negocios de nueva índole y en acuerdo con los sectores más retrógrados de la economía y la política. El colapso civilizatorio llegará mucho antes de que logren algún acuerdo significativo para evitarlo.

El reformismo, el centrismo (la ambivalencia entre el reformismo y la revolución), la burocracia sindical, como agente burgués en las filas del movimiento obrero, y el pacifismo, son todos obstáculos absolutos que deben ser combatidos sin cuartel. Estos serán arrasados por la catástrofe, las nuevas oligarquías, los ejércitos y los grupos parapoliciales, pero mientras existan, seguirán siendo una barrera para la revolución. Nos desarmarán frente al enemigo y nos conducirán una y otra vez a la rendición o la derrota.

Los anteriores períodos históricos que le dieron a la humanidad dos guerras mundiales, el desmoronamiento de la Unión Soviética, la restauración capitalista en Rusia, China, Cuba, Vietnam y el resto de los estados obreros (mal llamados países socialistas) y que fueron testigos de las traiciones de cuanta revolución se intentó en todo el planeta, deben servirnos de lecciones para enfrentarlos en la época actual. No hay que darle cuartel al reformismo, ni al centrismo.

La estrategia revolucionaria anti-extincionista

La situación global actual no tiene precedentes en la historia. Nunca nos hemos enfrentado ante una situación en la que la existencia material humana estuviese ya comprometida al grado de dirigirse inexorablemente hacia la extinción y el colapso civilizatorio. La burguesía, en el mejor de los casos, se ve forzada a reconocer que habrá catástrofes ambientales y su única preocupación es cómo mitigarlas lo suficiente para continuar su expoliación de la naturaleza y mantenerse en el poder.

Nuestra tarea como revolucionarios es la de postularnos como la dirección de las masas para que sobreviva la vida en el planeta y la vida humana. Esto solamente puede lograrse derrocando a la burguesía y su sistema a escala planetaria.

Ante el éxodo migratorio de cientos de millones por la catástrofe ambiental, nos ponemos enteramente de su parte y luchamos por su derecho, si así lo quisieran, de migrar a otras regiones o países para su sobrevivencia. Todo intento de crear “fortalezas” regionales o nacionales para detenerlos o reprimirlos, en nombre de un nacionalismo espurio, es reaccionario. Asistiremos y seremos parte de la autodefensa de las masas migrantes y defenderemos su derecho a mantener su idioma, cultura y costumbres. La autodeterminación de los pueblos pasa ante todo por su derecho a la sobrevivencia, que se antepone a toda restricción territorial.

Combatimos todo intento de los imperialismos, no sólo de apropiarse de territorios de otras regiones que aún ofrezcan posibilidades de sobrevivencia, sino también de imponer su dominación sobre lo que consideran sus propios territorios, y lo hacemos basados en la universalidad territorial para la sobrevivencia de las especies.

Con el clímax de la crisis ambiental, las castas de ejércitos y fuerzas policiales tenderán a utilizar el colapso de gobiernos y regímenes para independizarse de todo control político, y asumir el poder basados en su relativa ventaja en disciplina y armamento o se sumarán a algún movimiento fascista de la pequeño-burguesía.

Por ello es imprescindible, no solo luchar contra las guerras imperialistas, sino por el fin del militarismo y los ejércitos, la disolución de todos los aparatos represivos, y el desarme nuclear inmediato, comenzando por el desarme nuclear unilateral en cada país con armas de ese tipo. Los revolucionarios tenemos claro que esto no se logrará sino con la movilización masiva, y el armamento generalizado de insurgentes, combinado con un trabajo de fraccionamiento y organización dentro de los mismos cuerpos armados, cuando se pueda, para promover en ellos la rebelión contra sus jefes, sus oficiales y sus gobiernos. El objetivo es destruirlos, desde fuera y desde dentro.

Todas las demandas democráticas nos deben servir para agitar y organizar contra la creciente aproximación de los regímenes oligárquico-militaristas y el desarrollo de la conciencia en la vanguardia, de que hay que conquistar a las masas para la acción revolucionaria.

La Unidad de Acción (unidad-enfrentamiento) y el Frente Único Obrero sin capitular a sus direcciones, siguen siendo tácticas centrales para las organizaciones de masas que la vanguardia debe exigir, pero tenemos claro que las revoluciones no han sido nunca el producto de “mayorías” utópicas, sino del desarrollo de vanguardias masivas homogéneas, que logran al menos la neutralidad de sectores de masas que, de lo contrario, podrían apoyar la contrarrevolución. Anticipamos del mismo modo que sectores de clases explotadas se alinearán con las oligarquías emergentes para recibir temporalmente las migajas que les dispensen desde el poder.

Los revolucionarios luchamos para que los explotados y oprimidos formen sus propias instituciones democráticas (soviets, coordinadoras, cabildos abiertos, cordones, consejos, etc.), dentro de las cuales planteamos un programa, estrategias y tácticas para que tomen el poder en sus manos y se lo arranquen a las burguesías y oligarquías dominantes y disputamos en el plano ideológico, cultural y de la conciencia de clase contra el dominio en estas esferas de las clases en el poder, sabiendo anticipadamente que el dominio de la conciencia revolucionaria puede universalizarse solo con los explotados y oprimidos en el poder. La revolución no termina con la toma del poder, sólo inaugura un nuevo terreno de disputa entre las clases.

Contra el barbarismo que nos lleva a la extinción: Un programa de transición para la revolución socialista

Las consignas de transición en esta época tienen que ver con las exigencias de aplicar todos los adelantos científicos y técnicos, así como las iniciativas políticas contra la burguesía, para asegurar la sobrevivencia.

1. Expropiación sin indemnización y cierre de todas las fuentes de hidrocarburos, minas, pozos petroleros y productoras de gases de efecto invernadero y su reemplazo inmediato por fuentes alternativas de energía. Hay que exigir que esto se haga de inmediato, ya que existen los recursos, la ciencia y tecnología para hacerlo.

2. Eliminación del transporte terrestre, aéreo y marítimo a base de motores de combustión interna (incluyendo las turbinas de gas). Desarrollo de los modos de transportación alternativos eólicos, solares, etc.

3. Inmediata prohibición de los plásticos y otros derivados del petróleo. Los productos esenciales basados en la utilización de plásticos deben ser reemplazados por materiales limpios y seguros para el ambiente.

4. Implementación de una política de consumo y habitamiento sustentables.  Las grandes ciudades deben descentralizarse en comunidades que posean los máximos adelantos tecnológicos posibles y todos los recursos para su sustentabilidad, incluyendo sistemas de energía alternativos y modos de transporte que contaminen lo mínimo posible.

5. Condena a los empresarios y empresas petroleras y de energía como criminales de lesa humanidad y expropiación sin compensación de aquellos que se hayan beneficiado con sus crímenes.

6. Organización de la migración y acceso universal a zonas que permanezcan más estables. Apoyo total a los migrantes en la búsqueda de nuevos territorios incluyendo su derecho a la autodeterminación y conservación de sus lenguas y culturas.

7. Reforestación masiva en todos los continentes, concentración de esfuerzos en la limpieza y protección de hábitats, especialmente los claves para la sobrevivencia de la especie humana y la mayor cantidad posible de la vida del planeta.

8. Independencia política de la ciencia y la tecnología. Toda investigación, conocimiento y avances deberán ser públicos a nivel mundial y compartidos libremente y sin condiciones por todos los pueblos y naciones del planeta. Llamamos a los científicos y técnicos a romper con las clases dominantes y unirse pública o clandestinamente, según sea posible o necesario, a la causa de la revolución anti-extincionista.

9. Llamamos a la lucha más decidida por el cierre de plantas contaminantes que no puedan reconvertirse rápidamente.  Existe la necesidad imperiosa del cierre de todas las centrales nucleares, que no sólo son intrínsecamente inseguras, y cuyos desechos son una pesadilla para la humanidad, sino que, a merced de los cambios climáticos extremos, la mayoría está en riesgo de estallidos, invasión de las aguas cercanas o abandono de su mantenimiento por colapso de los gobiernos que hoy las administran.

10. Lucha por el establecimiento de programas estatales de empleos y trabajos compatibles con la defensa del planeta, y el desarrollo de nuevos medios de producción, sobre todo en alimentos, vivienda, salud y educación, que sean compatibles con la defensa del ambiente y contra el capitalismo predatorio.

11. Formación de coordinadoras de todos los movimientos anti-extincionistas de la vanguardia del movimiento de trabajadores, explotados y oprimidos del campo y la ciudad, la juventud y los migrantes, económicos y políticos, los desplazados por la crisis ambiental y la descomposición del capitalismo, de los luchadores por los derechos democráticos y por la igualdad de las mujeres y los pueblos originarios con la perspectiva de que ninguna de sus luchas, y potenciales victorias, podrán sostenerse sin una perspectiva anti capitalista, anti-extincionista y socialista.

12. Por un gobierno revolucionario anti-extincionista de esas coordinadoras que organice la sobrevivencia y el periodo transicional con nuevas fuerzas productivas de equilibrio ambiental, protección de las especies hacia la sociedad socialista de plena igualdad y sin clases sociales y que derrote toda resistencia de las clases explotadoras y a quienes las apoyen. ¡Qué estas coordinadoras luchen por asumir el poder!

Las tareas inmediatas

La tarea fundamental e inmediata que tenemos es la de construir una organización revolucionaria mundial, capaz de enfrentar la extinción y derrocar a su principal responsable, la burguesía; siendo el primer paso para esto, la consolidación de un núcleo duro de revolucionarios, comprometidos con esta tarea, que reconocen y reivindican el trotskismo como lo más avanzado del marxismo revolucionario.  Por la naturaleza de esta tarea las discusiones, la polémica y la propaganda serán prioridad en el periodo inmediato, sin por ello dejar de realizar campañas de agitación y organización de la vanguardia para su intervención en el movimiento de masas.

Llamamos a todos los revolucionarios, especialmente a los jóvenes anticapitalistas, mujeres y pueblos oprimidos, y a los trabajadores conscientes a fundar nuevos partidos y organizaciones revolucionarias anti-extincionistas y marxistas sin las cuales, la resistencia contra la burguesía y sus ejércitos y aparatos de opresión, serán fútiles.

La llamada “autoorganización” y la “organización desde abajo”, que pueden tener justificación como expresión del levantamiento contra las organizaciones existentes, burocráticas y rígidas, se vuelven su opuesto si se convierten en el método para enfrentar al enemigo de clase. La fragmentación de las luchas democráticas y revolucionarias sólo prolongaría la etapa de la burguesía en el poder.

No se trata de un llamado para “reconstruir, “reunificar”, “refundar”, “reorganizar” o “reformar” la Cuarta Internacional, sino de formar una nueva internacional marxista, revolucionaria, anti-extincionista, continuando con las mejores experiencias de las internacionales anteriores. La crisis de la humanidad continúa siendo la crisis de su dirección revolucionaria y ésta no puede ser reemplazada por el espontaneísmo ni por el aislamiento de las luchas.

Planteamos la creación de nuevas organizaciones revolucionarias, con nuevos parámetros de democracia amplia, discusión interna y decisiones democráticas, sin líderes eternos, ni ampulosos estatutos, sólo al servicio de expulsiones y sanciones, y absoluta unidad en la acción, para multiplicar los efectos del accionar común, y que sean organizaciones que pongan por delante el avance de la lucha de las masas, a sus simples aspiraciones de aparato organizativo. Todo avance de la organización revolucionaria debe ser un reflejo de los resultados de su intervención en la lucha de clases.

Qué nadie peque de ingenuo, no existe una vía pacífica: habrá violencia, golpes de estado, militarización de las fronteras, masacres y genocidio, guerras civiles e insurrecciones y los revolucionarios debemos prepararnos para ello. La coordinación entre los sectores de masas en lucha y la autodefensa son puntos centrales de nuestro programa. Para defendernos, pero también para preparar eventualmente la contra ofensiva. Es necesario prepararnos para la insurrección, como la extensión y profundización de la coordinación y la autodefensa iniciales del movimiento de masas.

¡Socialismo o Extinción!

Súmate a nuestra próxima Conferencia Internacional Anti-extincionista los próximos 28 y 29 de octubre en Ciudad de México. Puedes participar como observador/oyente, convocante/votante o público en general.
Para participar regístrate aquí: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSfv6Ws1Kee-Gd7hxORdWnnIOEMfnrQKaw7HSRraeVPfzPgQiw/viewform

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